LA ÉTICA CRISTIANA MEDIEVAL
El cristianismo se alza sobre las ruinas de la sociedad antigua; tras de una larga y sostenida lucha se convierte en la religión oficial de Roma (siglo IV) y acaba por imponer su dominio durante diez siglos. Al hundirse el mundo antiguo, la esclavitud cede su sitio al régimen se servidumbre, y sobre la base de éste se organiza la sociedad medieval como un sistema de dependencias y vasallajes que le dan un carácter estratificado y jerárquico. En esta sociedad, caracterizada asimismo por su profunda fragmentación económica y política, debida a la existencia de una multitud de feudos, la religión garantiza cierta unidad social, ya que la política se halla supeditada a ella, y monopoliza toda la vida intelectual. La moral concreta, efectiva, y la ética como doctrina moral se hallan impregnadas, asimismo, de un contenido religioso que encontramos en todas las manifestaciones de la vida medieval.
La Ética Religiosa
La ética cristiana como la filosofía cristiana en general parte de un conjunto de verdades reveladas de Dios, las relaciones del hombre con su creador y el modo de vida práctico que aquél ha de seguir para salvarse en el otro mundo.
Dios, creador del mundo y del hombre, es concebido como un ser personal, bueno, omnisciente y todopoderoso. El hombre, como criatura divina, tiene su fin último en Dios, que es para él el bien más alto y valor supremo, que tienen en este mundo humano terreno el carácter de imperativos supremos.
El cristianismo pretende elevar al hombre del orden terreno a un orden sobrenatural en el que pueda vivir una vida plena, feliz y verdadera, sin las imperfecciones desigualdades e injusticias terrenas. Al proponer la solución de graves males mundanos en un más allá, el cristianismo introduce una idea de una enorme riqueza moral: la de la igualdad de los hombres. Todos los hombres sin distinción esclavos y libres, cultos e ignorantes son iguales ante Dios y están llamados a alcanzar la perfección y la justicia en el mundo sobrenatural.
Con todo, la ética cristiana tiende a regular la conducta de los hombres con vistas al otro mundo (a un orden sobrenatural) y teniendo su objeto o valor supremo fuera del hombre, es decir, en Dios. De ahí que para ella la vida moral sólo alcance su plena realización al elevarse el hombre a ese orden sobrenatural, y de ahí también que los mandamientos supremos que rigen su comportamiento, y de los cuales derivan todas sus reglas de conducta, procedan de Dios y apunten a él como objeto último.
La Ética Cristiana Filosófica
El cristianismo no es una filosofía, sino un religión (es decir, ante todo, una fe y un dogma). Sin embargo, se hace filosofía en la Edad Media para esclarecer o justificar, echando mano de la razón, el dominio de las verdades, o para abordar cuestiones que derivan (o surgen en relación con) las cuestiones teológicas. Por ello, se dice en aquel tiempo que la filosofía es la sierva de la teología.
Al subordinarse la filosofía a la teología, se le subordina también la ética. En esta elaboración conceptual de los problemas filosóficos en general, y morales en particular, se aprovecha el legado de la Antigüedad y, particularmente, el de Platón y Aristóteles, sometiéndolos respectivamente a un proceso de cristianización.
En su doctrina político-social se atiene a la tesis del hombre como ser social o político, y, al referirse a las diversas formas de gobierno, se inclina por la monarquía moderada, aunque considera que todo poder deriva de Dios, y la potestad superior pertenece a la Iglesia.
(VÁZQUEZ, 1984)